Hubo una vez un roboto que, acumulando átomos, se hizo grande.
Siempre se habían reído de él en el colegio.
—Eres más chiquitín que Hiperchiquitín.
Y no tenían razón, pero eso les daba igual a ellos y, sobre todo, a él.
Probó a engordar y no pudo. Comía pilas recargables, baterías de camiones, desechos radioactivos de centrales nucleares.
En su desesperación, hizo caso al consejo del vecino:
—Tienes que pisar estiércol para crecer.
Y pisaba estiércol de vacas esféricas y no crecía.
—Pues las plantas crecen con el estiércol. Será tu culpa.
Sentía que era su culpa y más cuando se lo recordaba otro robot.
—Tienes que desear crecer. —dijo un segundo vecino.
Y lo deseaba tanto como le dejaban los circuitos de su cerebro.
—Pues si deseas algo de corazón, siempre lo consigues. Será tu culpa.
Sentía que era su culpa y también era su culpa no tener corazón.
—Tienes que ir al gimnasio. —dijo un tercer vecino que parecía bien grandote.
Y fue al gimnasio, pero no pasó nada.
—Tío, tienes que ir al gimnasio y hacer lo que tienes que hacer.
Y fue al gimnasio, y empezó a levantar hierros, y a levantar maracas, y a levantar a otros robots mientras éstos hacían press banca; pero no crecía.
—Tú de cuerpo no vas muy sobrado, pero de cerebro… de cerebro… Bueno, no te preocupes: Nunca se te podrá estropear algo que no tienes.
El roboto chiquitín estaba, cual pastor, muy desesperado.
—Me dijiste que hiciese lo que tenía que hacer.
—Sí, claro.
—Y me he molido trabajando cada uno de los músculos mecánicos de mi cuerpo.
—¿Qué dices? ¡Estás loco!
El vecino entendió dónde estaba el problema.
—A ver, tú vas al gimnasio, pero como quieres crecer, no te pones a trabajar tus músculos. Eso es de perdedores, de bobos. Tú llegas allí, le dices a alguno que quieres hacerte grande y sigues sus consejos.
Así lo hizo.
—¿Tengo que comer un batido de tuercas con esteroides? —preguntó al gurú de turno.
—¿Esteroides? Tú eres tonto. Te he dicho batido de tuercas con asteroides. Como eres un renacuajo, empieza con polvo de asteroides y virutas de tuerca.
Y empezó. Y se tomó sus batidos. Y todas las horas que estaba en el gimnasio, engullía batidos de tuercas con asteroides, tortillas de novas con proteínas de galaxia.
Y empezó a crecer.
Y siguió creciendo.
Y se hizo más grande que el gimnasio.
Y más que el pueblo…
… el planeta,
… el sistema solar,
… el universo.
Así fue como un roboto, acumulando átomos, se quedó sin sitio.