Excavaré el amor que hay en mí para regalarte las joyas que encuentre. Bueno, más que joyas serán pedruscos, aunque quizá haya alguna piedra semipreciosa si tengo un poco de fortuna. O si tengo mucha fortuna y un pico con encanto.
También hallaré a algún faraón amortajado con el amor tajado, escondido entre quilos y quilos de arena. Le preguntaré qué tal está, qué tal está mi antiguo yo, que si de verdad necesitaba tanto desierto y tanta venda para huir de la vida.
Me dirá lo que diga, pero seguro que entona alguna canción que, tras recordar lo que yo sentí, pueda cantarte.
Sacaré ciudades de tiempos olvidados, olvidados incluso por mí. Pasearé por las calles por las que paseaba, me sentaré en las cafeterías universales donde pontificaba, pero esta vez no hablaré, no opinaré, no diré nada.
Rescataré algunos pequeños poemas que aún siento como propios y, tras quitarles la arena del desierto, te los dedicaré.
Excavaré el amor que hay en mí para buscar joyas que regalarte.
Excavaré el amor que hay en mí y entonces saldrás tú.