¡El penúltimo tontolito! ¡El penúltimo!
Con lo que me ha costado escribir alguno de los anteriores, buscando historias extrañas como mis otros textos, pero no tan extrañas como para espantarte. ¡Y que fueran de amor! De amor extraño, pero de amor. Historias extrañas, pero bonitas, pero con un fondo de amor.
Y llego al penúltimo y se me quedan fuera unas cuantas. Unas cuantas que no tejerán esta colección de retazos, que no vivirán en estos tontolitos de amor.
Enciclopedias donde tus verbos saben a fresa, tus adjetivos a caramelo, y tus preposiciones a vainilla. ¿Y los sustantivos? ¡Ay, los sustantivos! Tus sustantivos me saben a chocolate relleno de frambuesa.
Pero esa historia no estará aquí.
Publicidad con la que buzonear nuestro pueblo anunciando: sofás en los que dormitar las películas de sobremesa; comida rápida entregada por repartidores en horda; pintores de uñas que colorean el universo.
Pero esa historia no estará aquí; esas historias no estarán aquí. Quizá estén en otro libro de retazos, quizá incluso llenen los buzones de nuestro pueblo.
Quizá.
O no.
¡El penúltimo tontolito! ¡El penúltimo! ¡Y ya ha terminado!