El amor es una selva, mi amor.
Una selva llena de peligros y aventuras, de mariposas en el estómago; de mariposas en el estómago que, a menudo, se transforman en avispas.
Con sus tíos en taparrabos saltando, de liana en liana, en busca de una mona cualquiera. Y si pasado el alcohol la mona es mona, bien; y si la mona no es mona, a otra liana y fuera.
Con sus tías en bikini saltando, de árbol en árbol, en busca de alguien que sea como ellas quieren que sea y que sea lo contrario de lo que quieren que sea. Y lo contrario de lo contrario de lo contrario.
Con sus serpientes que te ofrecen manzanas y, si te das la vuelta, dislocan sus mandíbulas para tragarte entero y dejarte para siempre a vivir en su interior.
Con sus pájaros de muchos colores pavoneándose en busca de una hembra, o de un macho, o de cualquier otro pájaro que les admire sobre todas las cosas.
Con sus exploradores, que van más perdidos que perdidos, buscando un Dorado que simplemente es un cúmulo de envoltorios de Phoskitos, o de la Pantera Rosa.
El amor es una selva llena de peligros y aventuras.
A veces, saltas y no hay liana, ni árbol, y te pegas un tortazo contra el suelo pensando que todo ha sido una mentira.
A veces, por pura casualidad, te salvas de caer en las entrañas de una serpiente o de quedar atrapado por el pico de un pájaro.
A veces, unas pocas veces, encuentras un envoltorio de Phoskitos que, sorpresas de la vida, tiene un Phoskitos dentro y ya todo lo demás no importa.
Así es el amor, amor, porque el amor es una selva.