Te he comprado un diamante para que puedas pasear por él, mi amor.
Y unas gafas de sol.
Me dijiste que te gustaban los paseos; a las chicas os encantan los diamantes; no había que pensar mucho.
Has de tener cuidado porque no los he podido echar. Bueno, no a todos. En una de las laderas del diamante, vive una pequeña comunidad tirolesa. Cantan muy a lo tirolés, bailan muy a lo tirolés, y viajan, como no podría ser de otra manera, en tirolina. No les entiendo cuando hablan, pero parecen simpáticos.
Además, con las dimensiones que tiene este pedrolo, ya sería raro que te los encontrases.
Lo que sí encontrarás serán ríos de cobalto con carpas cupertinas, prados de esmeraldas con vacas de cuarzo negro y blanco. Vetas de ámbar y oro para marcar los senderos, montañas coronadas con paladio, titanio y platino.
Pero no te olvides de las gafas de sol. Por favor, no te olvides. Como buen brillante es muy brillante. Mucho. Un poco quizá demasiado.
Te he comprado un diamante para que puedas pasear por él, mi amor, para que, como son los diamantes, ya siempre esté contigo.