No se me ocurre qué escribirte.
No tengo ni idea.
Qué podría decirte para que te hiciese gracia, no en plan carcajada de pata loca, sí como parte de una sonrisa esbozada.
No tengo ni idea.
Despedí a todos mis guionistas y aquí me tienes, sin ideas, sin recursos, sin nada preparado para alegrarte la cara.
La cara, y el resto de la cabeza, y quizá un músculo del cuello, un lunar de tu hombro, y tres átomos de tu escápula.
Los despedí por ahorrarme una perras y así invitarte a unos bocadillos, a un arroz tres delicias, y, por supuesto, a unas patatas.
Por supuesto a unas patatas. Y a dos patatas. Y a tres raciones de patatas dobles, combinadas todas ellas con una ración extra de… patatas.
No se me ocurre qué escribirte, pero sé que ya te he alegrado la cara, no por lo que ahora te escribo, sino porque al sonreír siempre decimos:
—Otra ración más de pa-ta-tas.