Podría comprarte el mayor ramo de flores no comestibles que hayan creado en este mundo, o un anillo resplandeciente con una montaña como piedra preciosa que tardásemos varios días en escalar; podría hacerlo, serían para ti, y más para mí, al dártelos. Me imagino que, sonriente, contestarías: “Muy bonito y romántico, pero ¿mi baile?”
Podría decirte que por ti detendré el tiempo para que dejemos de coleccionar arrugas y canas, que la gravedad no tendrá un efecto acumulado en nuestros cuerpos, que siempre serán felices y jóvenes; podría decirlo, es fácil y su factura no es inmediata. Me imagino que, sonriente, contestarías: “Muy bonito y romántico, pero ¿mi baile?”
Así que, te compre lo que te compre, te diga lo que te diga, me pondré a bailar asincrónicamente en mitad de un camino que conduce a un pueblo que siempre vive en carnaval, o en unos soportales del centro de una ciudad cualquiera en la que combatamos el frío del invierno con un café helado. Me pondré a bailar asincrónicamente para que entre tu vergüenza nazca una sonrisa, sabiendo que habrá mentira en tus palabras al pedirme que no baile.