Agua tan lejana que se vierte en cascadas cayendo al infinito, donde se arrebolan pensamientos de una vida que ha sido envasada en una lata. Nada más. En su pasado, un puerto estelar con personas ahora muertas en el universo, pero vivas en su memoria, pero vivas en su vida. Y esa agua, tan lejana, vertida en cascadas, surca sus ojos mientras su agua se une a ella. Delante, nada. Atrás, nada.
Mira el vacío de su vida que se extiende ante él y en él. Mira un vacío mientras su mano no vacía dirige algo a su boca, donde el agua no vertida en ese vaso le calma. Un vacío que no lo era antes del puerto estelar, pero creía que estaba allí; un vacío donde aparecen fantasmas y anti fantasmas de su pasado que, tras sentir su compañía un instante, se fusionan en la nada. Fuera, nada. Dentro, nada
Aparece una estructura de estrellas nebulosas y allí echará el ancla de su nave. Recolectará con su tractor cuántico las partículas celestes criadas en los campos gravitatorios, con las que hará guirnaldas para decorar los vacíos que sobrevolarán las fiestas que él ya no tuvo. Los recuerda; y recuerda el agua vertida que siempre estará con él, el vacío que le invadirá, a veces, incluso, al volver a este nuevo puerto estelar donde le esperan sonrientes quienes han llenado un vacío.