Los puntos se arremolinan como nieve que cae en torbellino, cayendo, fluyendo, respirando en un punto, un punto de mis ojos cerrados. El resto, oscuridad. Los copos de nieve caen sobre el vórtice que abre una nueva realidad con imágenes estáticas en tres dimensiones agrisadas blanquecinas. Sobre cada una de las realidades, se abre otra que veo a mi alrededor con bosques que recuerdan una realidad aún ni vivida ni creada.
Se relanzan los copos que sumen en un pequeño vórtice negro en mis ojos cerrados, surgiendo realidades de laboratorios remotos que indican una ciencia, tan distante de los fundamentos sobre la que se asienta la nuestra, que bien pudieran ser estructuras sin sentido alguno tanto en esta realidad como en otra. Las realidades se derriten diluviando en charcos de metal donde nadan los pensamientos que antes atiborraban mi mente, pero que, ahora, en silencio, en despacio, se mezclan en un crisol de momentos no vividos.
Allí, tan lejos, allí, en el vórtice que se forma en mis ojos cerrados.