Dos columnas rojizas sustentan una nebulosa azul grisácea de la que salen dos chorros de plasma blanco. De las esculturas que ha hecho y hace, ésta es él.
Con hebras de protones enlazados en fractales, viste su escultura para protegerse de las incidencias del universo, para estar en armonía con las incidencias que hay en él.
Su sonrisa irradia la energía de un pulsar que, sirviendo de faro, ilumina un futuro incierto donde se representan columnas rojizas, nebulosas y chorros de plasma en distintas escenas posibles, que se forman ante las galaxias espirales que son sus ojos.
En cada respiración absorbe el brana del cosmos y, al soltarlo, las constelaciones se mecen sobre las olas en las que reposa el universo, sobre las olas en las que reposa él.
Su sonrisa, un faro que guía a sus ojos, busca el destino que quiere encontrar en un futuro incierto de distintas escenas posibles, un destino que siempre está marcado por dos estrellas espirales verdes.