Todos mis personajes soy yo. Todos. Ya en vida, ya en simulación, todos los personajes somos yo.
Escribo mis escritos para transformar recuerdos en alambiques de lo irreal; pensar que cada uno de los actos de los humanos que han sido y serán, podrían tener cabida en esta percha llamada yo.
Para blasfemar, odiar, amar, sentir, vivir, fluir y calmar, para entender, saber, querer y sanar. Para, poco a poco, ser yo.
La musa que exige sus ofrendas en versos para tranquilizar a su vacío, el diletante que suspira por la musa tranquilizada por sus versos llenando su vacío. Somos yo.
La mujer de la cicatriz, el hombre del mallo, la mujer rubia, la chica rubia y el chico suicida, todos en eterna derrota, buscando a alguien para abrazarse en la caída. Somos yo.
La luz que ilumina los objetos que veo, el aire que llena mis pulmones con canciones, las rimas en triadas de mis sentidos en suspiros. Tú, yo, nosotros. Somos yo.
Tu sonrisa al aguantar mis bromas, desarrolladas más allá de lo que hubiera hecho si no hubiera visto tu sonrisa. Mis bailes asincrónicos en mitad de avenidas, con gente pasando a nuestro lado, con una ligera sonrisa que se vislumbra bajo tu capa de vergüenza. Tú, yo, nosotros. Somos.