Soy un súbdito de mis deseos, ¿qué puedo hacer? Esta mañana me han despertado varios deseos, arremolinados a mi alrededor, exigiendo que me levantase de la cama donde he perdido varias horas haciendo algo tan improductivo como dormir. Que el mundo es para los que lo conquistan, que las oportunidades se esfuman para desaparecer por siempre jamás. He metido la cabeza debajo de la almohada.
Han empezado a estirar la manga de mi dormilón.
–Que no me levanto.
Con voces serias, responsables me han explicado las bondades de hacer caso a mis deseos, que son lo que siempre he querido.
–Lo que quiero es dormir.
Pero, aun así, me he sentado en el borde de la cama. Les he repetido algo que dije hace diez años:
–En cinco minutos.
Nada, no ha servido de nada. Me han hecho ir al cuarto de estar que habían transformado en el cuartel general de las nuevas decisiones de mi vida. Grandes pantallas, grandes mapas que me llevarán a la Victoria.
Pues nada, pues bueno, parece que hoy tendré que hacer grandes cosas bajo la supervisión atenta de mis amos.