Consigue en un periquete la formación que siempre has querido
Bienvenido, querido humano lector.
Estás en mitad de una reunión de trabajo, en la presentación de un libro, o en la primera cita con una posible futura complemento XX, y, por el destino trágico de la charla, te toca decir qué has estudiado, qué título tienes puesto en no sé qué pared de tu casa y en no sé qué pared de tu orgullo.
A mí me ha pasado.
La realidad es que todo lo que sabes lo has aprendido en la “Universidad de la Vida” y en un curso a distancia que promocionaba una actriz molona. Incluso aún te acuerdas del cuerpo de la actriz y del nombre del curso: “Buenas maneras en la Edad Antigua de Júpiter. Aprende a ser todo un cortesano”.
Podrías decir la verdad porque es la verdad, aunque sepas que te pondrías un tomate como cara. A mí me ha pasado. Te avergonzarías porque, aquí viene el problema, asumes que se necesita esta o esa formación universitaria para ser respetable, o haber conseguido todos los puntos y todas las comas en ese seminario que te permite saber trabajar, escribir, amar.
Puede.
Si quieres ser un tipo respetable que sepa cómo hacer las cosas, quizá necesites haber superado la carrera universitaria de los cien metros valla bajo el agua, el seminario definitivo guiado por Heracles con abrigo ayudado por las batas y los bates más vates, y una expedición al inframundo de la música industrial de la mano amorosa de Orfeo el espeleólogo.
Puede que sí.
Puede que no.
Como has venido a este fascículo a buscar diplomas y no soluciones a tu inseguridad, no te haré perder el tiempo insistiendo. Bueno, sí: No hace falta que seas como él, pero podrías aprender un poco del Doctor Gas. Dicho esto, vamos a formarnos, vamos a ampliar tu currículum con, como se decía en un convento con ruedas, cosas bonitas.
Bien, lo primero que tienes que cubrir es tu formación académica. La respuesta evidente es la Doble Titulación Universitaria en Todología y Nadalogía. Advertencia: Ten cuidado con las inversiones porque puede que te apuntes a Topología y Nadalogía, que es el estudio de los topos navideños, y eso ya sería geometría de otro espacio. Cuidado pues.
Como Todólogo titulado y colegiado, podrás afirmar cualquier cosa y la contraria con todo el conocimiento del mundo y con toda la razón que necesites. A su vez, como Nadálogo ausente o desconocido, podrás negar cualquier cosa y la contraria con nada de coherencia y nada de responsabilidad sobre tus palabras o tus actos. Supera esto.
No te olvides de dos cosas: Pagar las tasas para expedir tu título porque, si no, todo tu esfuerzo no le constaría a las instituciones competentes; y conseguir tu merecida orla con la que, otorgando una puntuación adecuada, podrás amenizar las veladas artísticas que organices. He dicho que no te olvides de dos cosas, pero me había olvidado de la tercera: ¡Los dardos!
Bien, vas por el buen camino. Ya tienes tu título universitario por lo que pasamos a los idiomas.
Aprender idiomas y hacerte rico están muy relacionados. Siempre se ha dicho que sólo te puedes hacer rico heredando, casándote con una rica, o robando. En los idiomas, heredar sería aprenderlos desde bebé y, a estas alturas, quizá te vaya un poco tarde; la opción de casarte con un idioma es muy apreciada por muchas personas, aunque yo te recomiendo juntarte, o arrejuntarte, con un nativo del idioma que quieras aprender: Gracias al amor y a la cama, podrás adquirir esa lengua y otras más.
Sin embargo, la mejor forma de aprender un idioma es robarlo. Parece fácil de decir y lo es de hacer. Te he recomendado que imitases al Doctor Gas, sabiendo que no me ibas a hacer caso, y aun así te voy a explicar su método infalible para hablar cualquier idioma con fluidez de resistencia cero.
Primero, es recomendable aprenderte unas cuantas palabras de ese idioma; después, úsalas como te venga en gana. Y ya. Si alguien duda de tu capacidad en esa lengua, di que la aprendiste en un pueblo campestre de no sé qué lugar muy alejado de donde estés, que allí se habla así y que las versiones normalizadas de un idioma lo único que hacen es matar el espíritu y la alegría de vivir de sus hablantes.
Te recomiendo que al principio, sólo robes una decena de lenguas para no liarte la tuya. Cuando la sueltes, el resto estará chupado. Ya lo tienes, ya sabes hacer de todo para todos y para nadie, ya sabes hablar como un profeta moderno en cualquier idioma que quieras.
Enhorabuena, querido humano lector, la aurora de un nuevo tú despierta el hambre de un buen desayuno, así que desayuna bien, lava tu tazón y continúa con el próximo capítulo de esta serie.
Bip, bip.