Aunque las modas nos intenten convertir en otra fotocopia, siempre podemos buscar nuestro propio camino. Eso te pasa a ti, me pasa a mí, y le pasó a Mudejazz.
Antes de que los humanos diésemos nombre a todo lo que nos rodea, antes de que los propios humanos existiésemos, había dinosaurios. No esos dinosaurios de los museos que se han quedado en los huesos por no comer. Tampoco esos dinosaurios chiquitines, voladores y con plumas a los que los humanos hemos dado el nombre de “pájaros”. No, no, había dinosaurios de verdad, de los que te arrancarían la cabeza si los intentases meter en un parque jurásico por mucho que te llames Steven Spielberg y tengas una mansión en el planeta de los efectos especiales.
Así que allí, en esa época en la que los dinosaurios eran dinosaurios y el café, café, vivía un joven turolsaurio que quería ser cantante de ópera.
Después de salir del instituto, volaba a casa para encender el reproductor de discos de piedra y escuchar a su héroe. En ese momento, Pterodáctilo Pavarotti estaba interpretando el Nessun Dorma de Turandot, y el joven turolsaurio lo imitaba con cara seria.
Ah, y como he dicho antes, se llamaba Mudejazz y quería ser cantante de ópera.
Pero claro, como les pasó a los dinosaurios adolescentes, les pasa a los humanos adolescentes y les pasará en el futuro a los robots multifunciones adolescentes, los padres de Mudejazz no estaban de acuerdo con su decisión:
-La ópera es algo del pasado. Todos esos cantantes que admiras están extinguidos.
Decía sabiamente su padre.
-Tienes que ser alguien con futuro, alguien como tu tío Rocky, el Saurio del Jiloca.
Decía acertadamente su madre.
Pero Mudejazz no reblaba. Tenía la cabeza tan dura que podría soportar que le cayese un meteorito.
-¡Qué sabrán ellos!
Salió dando un portazo yendo a buscar refugio en su abuela Amantina, que era la dinosauria verde de la comarca. Cuando había sido joven, todos sus hermanos, primos, primos de sus primos se dedicaban al rock o al jazz por lo que, al marcharse la adolescente Amantina a un monasterio para aprender canto gregoriano, los dejó a todos de piedra.
-No me entienden, abuela. No me entienden.
Decía Mudejaz como portavoz de todos los adolescentes dinosaurios, humanos y robots multifunciones.
-Nadie debe elegir tu música pues ella ya te ha elegido. ¿Qué música ha estado cerca de ti?
-¿Cerca de mí?
-Sí, Mudejazz, la música que has vivido al sentirte triste, alegre, emocionado. En tu vida debes hacer lo que de verdad está y siempre estará cerca de ti, lo que de verdad sientes como propio.
Estaba decidido.
Y así, junto a las vías del tren, miró a su pueblo antes de marcharse en busca de una canción que le fuera propia. Y así, años más tarde, junto a las vías del tren, miró de nuevo a su pueblo tras haberse encontrado a sí mismo.