En una España que se había vuelto gris por una guerra, la vida intentaba encontrar cualquier resquicio para florecer de nuevo, y las personas buscaban un sueño que colorease un mundo apagado.
Esta es la historia de unos jóvenes que se ganaban el dinero en los trabajos de la base, de la cerámica, de la estación de trenes; unos jóvenes que se ganaban su ilusión en un equipo de fútbol que, tras varios contratiempos, estaba de nuevo bien vivo.
En ese grupo de jóvenes, nació el sueño de ganar la Copa Primavera al mejor equipo de fútbol de la región.
Desde la portería, recordaba a sus defensas que si no sabían qué hacer con el balón se lo pasasen al veterano Grau, que él sabría lo que había que hacer, fuera o no fuera bonito, fuera o no fuera legal. Y, cuando venía el equipo contrario, les gritaba que podía pasar la pelota o podía pasar el jugador, pero que no ambos y menos si el atacante seguía de pie.
Sin embargo, esta vez, el atacante y el balón habían pasado. Ahora, la pelota volaba hacia una escuadra que los dejaría fuera, otra vez, fuera. Él volaba para que no entrase en su portería, para que no acabase marchitando su sueño.
La paró.
En unos tiempos grises donde la vida intentaba volver a florecer, unos amigos habían conseguido colorearlos de azul y blanco al ganar la Copa Primavera.