Para expresar una verdad científica de la que no se tiene ni idea, se monta al protagonista en una nave espacial y ya no hay problema.
Para expresar una verdad mundana de la que no se puede hablar, se monta al protagonista en el barco del absurdo, se le ata al mástil y ya no hay problema.
Cualquier duda que se exprese sobre la verosimilitud de la obra de prosa científica que nos creamos, tiene como respuesta palmaria de un oasis:
-¿Acaso no ves la nave espacial? Hay una nave espacial, hay espacio y hay tiempo. ¿Qué más quieres?
Cualquier duda que se exprese sobre la verosimilitud de la obra de prosa mental que nos creamos, tiene como respuesta palmaria de un espejismo:
-¡Este es mi mástil!¡Estoy atado!¡No me dejo tentar por los cantos de las sirenas de las ambulancias que me quieren llevar al hospital de la duda!
El autor definitivo de la obra definitiva sabrá que, entre muchos elementos obvios de su obra definitiva, una nave espacial y un mástil donde atar a sus personajes son los cimientos sobre los que edificar un texto vacío.
Me pongo a ello.