Al mirar la lista de ingredientes se descubre que está compuesto por esencia de azúcar, espíritu de sal, y restos fantasmagóricos de otras sustancias. Un aire voluble es su persona, moldeada por los ecos de las sentencias de otras personas. Muta su alma cuando piensa pensamientos no suyos, pero adecuados; muta su palabra al opinar opiniones que no estaban en él, pero necesarias. En su existencia multiforme se advierten compartimentos que recolectan las espejismos que flotan en el líquido amniótico que le rodea para, sin procesarlos ni añadirles un aditivo que le haga un sabor propio, transformarlos en su propia existencia, la que produce espejismos que libera en el ambiente que él crea.
Su reclamo de personalidad es un antiguo anuncio de socorro producido por otra persona que, a su vez, moldeó el suyo con los despojos dejados inertes por generaciones muertas; y así, la originalidad; y así, la diferencia. Convirtiendo su presencia en esta producción artística en un plagio continuado de situaciones que los bosques vieron morir cuando aún estaban dentro de su semilla. Cambia, se adapta, ¿existe?, interacciona siendo el continente para un contenido que no deja poso alguno en él. Al mirar la etiqueta de sus componentes quedan retazos de algodón, simulaciones de fibra y partículas evanescentes de compuestos químicos.