Suelto una filípica y ya está hecho todo, ya se puede pasar a lo que realmente es importante. La suelto y enseño las fotos de mis vacaciones en no sé qué tugurio celestial por el que sólo yo tengo el más mínimo interés. Eh, pero todos atentos que esto es lo realmente importante.
Suelto una filípica sobre el individualismo y lo malo que es el individualismo, que el individualismo acecha en cada uno de los actos de los otros, que el individualismo es un producto de la mente enferma de los otros, y que antes no lo había y los vecinos eran vecinos, los amigos eran amigos, y las personas eran, sorpresa, personas.
Porque el individualismo es lo peor de lo peor, es lo que hace que esta sociedad sea inhumana, es la causa última de cualquier problema personal, social, universal. Tiro un triple desde mitad de la pista de atletismo y marco gol. Porque el individualismo es una caricatura grotesca del egoísmo más infantil y miope, interpretada por el malvado más malvado y el estúpido más estúpido de las películas de propaganda que se promocionan en este momento de guerra.
Explicamos con toda la emoción del alma las piruetas que hace nuestro perro, las piruetas que hace nuestro coche, las piruetas que hace el avión del protagonista cuando bombardea el escondrijo del malvado más malvado de todos los tiempos. Porque eso es importante. Lo importante es importante, ¿quién puede dudar de ello?
Nuestras vidas son tan importantes, nuestros proyectos tan importantes, nuestros intereses tan interesantes, importantes y tan alejados de esa visión bastarda del individualismo, que, cuando recibimos las palabras del que ha sido nuestro oyente hasta ese momento, guardamos un silencio ceremonial con interés nulo.