He martilleado mi ignorancia sobre mi soberbia para forjar las palabras con las que me vestía. Y, a veces, aún hago. Grandes palabras en graves sentencias convertidas en humo, en el símbolo de un incendio interno que todo lo devoraba. Y, a veces, aún ardo.
Buscando explicaciones a palabras que dije, soluciones para borrar palabras que dije, pero, por más que mire, no las encuentro. Quizá no sea necesario hacerlo, quizá ese yo ya no sea este yo y ya no tenga sentido; entonces, ¿por qué las busco?
He escondido mis derrotas en ironías para hacerlas más fáciles de procesar y no me pudran en vida. Tal cual la armadura. Bromas absurdas con porcentajes variables de humor negro, intentando entender un mundo que se parodia a sí mismo. Tal cual el casco.
Dándole vueltas a palabras que dije, a otras que se entendieron de una manera completamente distinta a lo que dije:
–¡Eh, que no era así! ¡Que esa no es la interpretación! –protesto sin resultado y sin sentido.
Así que, ¿cuál es la solución para borrar palabras que habitan en el pasado, o que no son reflejo de lo que verdaderamente siento? ¿Cuál es la solución para seguir hablando y evitar esos dolores? Tal vez sea convertirse en un oso que baila asincrónicamente en la orilla del río Wu.